(...) Así pues, lo primero y más esencial para nuestra felicidad es aquello que somos, o sea, nuestra personalidad; ya por el mero hecho de que esta última se encuentra constantemente activa en cualquier circunstancia; pero también porque, a diferencia de los bienes de los otros dos aspectos, no está sujeta a los avatares del destino y no nos puede ser arrebatada.
Con todo, hay que evitar aquí el escollo de la presunción atribuyéndose a sí mismo un grado de cualidades que no se posee. (...)
(...) Un hombre que se destaque en algún sentido, es decir, que no pertenezca a esas cinco sextas partes de la humanidad que la naturaleza ha dotado tan tristemente, difícilmente se verá libre, a partir de los cuarenta años de edad, de cierto aire de misantropía. Pues habiendo juzgado, como es natural, a los demás desde sí mismo, se habrá ido decepcionando paulatinamente de ellos, hasta darse cuenta de que ni en la cabeza ni en el corazón, ni, casi siempre, en ambos, aquéllos están o estarán a su altura; por lo que preferirá no tratarlos; así como, en general, cada individuo amará u odiará la soledad, es decir, la compañía consigo mismo, en proporción a su valía interior. (...)
(...) Un hombre que se destaque en algún sentido, es decir, que no pertenezca a esas cinco sextas partes de la humanidad que la naturaleza ha dotado tan tristemente, difícilmente se verá libre, a partir de los cuarenta años de edad, de cierto aire de misantropía. Pues habiendo juzgado, como es natural, a los demás desde sí mismo, se habrá ido decepcionando paulatinamente de ellos, hasta darse cuenta de que ni en la cabeza ni en el corazón, ni, casi siempre, en ambos, aquéllos están o estarán a su altura; por lo que preferirá no tratarlos; así como, en general, cada individuo amará u odiará la soledad, es decir, la compañía consigo mismo, en proporción a su valía interior. (...)
SCHOPENHAUER
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