Hablar sobre la vida deja de ser interesante, cada uno que lo lleve como quiera o pueda, hablar del pasado aburre, ¿del amor? cansa, ¿poesia? más de lo mismo, ¿pasión? sólo es resultado de insatisfacciones de necesidades de deseos de olvidos mezclados con esa insaciable esperanza...
Hace días que noto cambios, cambios que me indican de una forma exagerada el comienzo de un final, un final que afortunadamente veo venir, claro está sin conocer cualquier desenlace posible (eso se lo dejó al azar). ¿Que dejó? para un "cuerpo" bonito me temo que ya es tarde. Bromas aparte una vida intensa, he hecho lo que quise en cada etapa, he tenido casi todo lo que he "razonablemente" querido, he amado seguramente mucho más de lo que hubiese merecido, me arrepiento de todo y de nada. Sé que no he sido buen padre y seguramente mal esposo, y no tengo muy claro que un buen hijo, no puedo culpar a nadie porque mi cabeza me dice que soy el único responsable de mis actos y decisiones, y me parece lo más razonable.
Hoy, uno de diciembre, el niño tan feo al lado de ése señor atractivo cumple cincuenta y dos años. A ése señor en esa rancia foto que debe tener unos cuarenta y tantos y su nombre, Ramiro, como yo (que casualidad), aún le debo mucho, una deuda que jamás podré saldar, no porque se fuera hace mucho sino porque nunca seré como él, supongo que tampoco era perfecto (¿quien lo es?), pero se acercó mucho más.
No sé cuantos más cumpliré, pero el deseo que pido al soplar las invisibles velas de este maravilloso pastel es tan simple como utópico : pedir perdón a mis dos hijos y decirles cuanto les quiero, les quise y les querré, y lo harto dificil...que me crean.
Éstos no es una despedida, es un hasta mañana pues, siempre hay un mañana, siempre hay una esperanza, siempre hay algo más importante, y no somos nosotros.
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